¿Pensamos conforme actuamos o viceversa?

La planificación, deliberación, ponderación y actuación tienen relación con el comportamiento, es decir, con la traducción de los pensamientos en obras. Las emociones representan la acción o el efecto de mover, lo cual advierte de la vinculación de estas a las capacidades motrices del cerebro.

imagen copilCuando se toma una decisión se obtienen impulsos de varias regiones del cerebro: hechos, opiniones, pensamientos, recuerdos, predicciones de consecuencias (memoria prospectiva de futuro). La persona secuencia las “piezas”, les pone lógica, comprueba su resultado y asigna una respuesta o valor final, Jampolsky (1992).

Cuando la persona aprende una actividad motriz como aprender a escribir, a bailar, n arte marcial, tocar un instrumento, montar en bici…se usa la corteza cerebral, pero cuando ya se dominan las acciones, la actividad se vuelve automática y la actividad se realiza bajo el control del cerebelo y tronco encefálico. De este modo tan eficiente se pueden dejar libres las neuronas de la corteza para nuevos aprendizajes.

En el proceso de pensamiento se toman elementos mínimos y grupos de datos y acciones y comportamientos para ser enhebrados, con lo que se creará un plan de acción nuevo. Este cometido tiene lugar en la corteza frontal y prefrontal del cerebro. Ordenar, secuenciar y temporizar un acto mental utiliza los mismos circuitos cerebrales que cuando se ordena, secuencia y temporiza un acto físico.

Gracias a la función ejecutiva podemos pararnos a reflexionar. Esta función sopesa las consecuencias y decide acerca de las estrategias correctas y precisas. No existe un centro cerebral para la decisión o la voluntad humana, es la confluencia de la actividad de todo el cerebro que termina en la corteza frontal, Carter (2002). Es en esa confluencia de estímulos cerebrales donde luchamos, combinamos o recombinamos ideas, les damos vueltas a las cosas, consideramos y priorizamos objetivos y los pasos para seguirlos, subimos por encima de donde habíamos estado y crecemos para alcanzar un plano superior. La función ejecutiva motriz se encarga de toda esta serie de acciones.

El cerebro vuelve entonces a la función motriz “clásica” en respuesta a un resultado concreto, y sube o baja la presión sanguínea, incrementa o disminuye la respiración, incrementa los niveles hormonales o los reduce, y da las instrucciones a los programas de movimiento muscular para que actúen o no. Puede incluso que la sensación de ser conscientes de nosotros mismos esté dirigida en parte por las neuronas motrices del cerebelo.

Los pacientes con el trastorno obsesivo compulsivo TOC, presentan una exagerada reiteración en las acciones que realizan, y por las cuales se preguntan constantemente: ¿hice lo que debía hacer?, ¿es correcta la secuencia? ¿me he dejado el gas abierto?, ¿he dejado la puerta del coche bien cerrada?…Todas estas preocupaciones tienen el origen en el sistema motriz de la corteza frontal, el giro cingulado anterior y los ganglios basales. El giro cingulado le “dice” a la corteza orbitofrontal a qué debe prestar atención, pero esta última se queda encerrada en un círculo de comprobación de las acciones, busca el error posible, en un exceso de perfeccionamiento infinito, y vuelve a requerir del cingulado para que vuelva a prestar atención a ver si ahora está bien hecha la acción. Se produce un mensaje de pánico por un eventual peligro y el ciclo permanece activo en este bucle sin fin (a veces el origen puede ser debido a una infección por estreptococos, corea de Sydenham), Agüero(2010). En estos casos es el núcleo caudado el que puede presentar algún tipo de disfunción debido a los anticuerpos creados para atacar la bacteria estreptocóquica, Ratey (2003).

La confluencia de aspectos motores, de comportamiento y cognitivas pueden acercarnos a la comprensión de determinadas patologías o “manías” de actuación. Niños que andan de puntillas pueden presentar retrasos en el desarrollo del habla y del lenguaje y de diversas enfermedades cerebrales. Del mismo modo se puede decir que una buena actividad o movimiento mental puede ayudar a mejorar determinadas enfermedades físicas, como el físico teórico Stephen Hopkins quien gracias a su incansable actividad cerebral ha pulverizado las estadísticas de supervivencia a la enfermedad de la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica).

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