Planificación y motivación.

Los factores psicológicos y contextuales afectan a la fisiología del cerebro motor. El sentido y la intención de las acciones favorece la actuación. El contexto y el significado de la situación en que se aprende un acto motor afecta a lo bien que aprendemos dicho acto.

En los enfermos de Parkinson la substancia negra deja de producir dopamina al stritum, esencial para el transporte de las señales entre las neuronas. El adiestramiento puede producir una reorganización funcional de la corteza cerebral, y cuando media una recompensa, el cerebro puede activar neuronas extra, incluso activar la diferenciación de células madre en células neuronales en aquellas áreas cerebrales donde sean necesarias para conseguir los objetivos de la planificación de los actos motores. Cuando este hecho se produce a nivel cerebral aparecen las llamadas señales zeta ϴ cuya frecuencia oscila entre los 4 y los 8 Hz, Begley (2006).TDAH_cap14_img01
La atención y la emoción son los procesos primarios que sirven a nuestro cuerpo y cerebro para sobrevivir frente a los retos continuos que nos presenta la vida. Por otro lado, el sistema nervioso autónomo supervisa las funciones vitales del cuerpo por medio de señales subconscientes que se originan en el giro cingulado anterior y las repite hacia el hipotálamo y la médula espinal.
El sistema autónomo o vegetativo presenta dos ramas de interacción complementaria: la rama simpática (sistema de alerta) y la rama parasimpática (sistema de relajación). Estos mandan a las neuronas que regulan los órganos internos como el corazón, los pulmones, páncreas, hígado, estómago, riñones, intestinos o genitales. Se equilibran y contrarrestan entre sí para mantener el cuerpo automáticamente en el tono idóneo, aunque no seamos conscientes de ello y de los cambios que provocan en nosotros. Este hecho neuropsicofisiológico y psicobiológico deja libre a la corteza cerebral para centrarse en el ver, oír, hablar, pensar o realizar movimientos voluntarios, Villamarín (2001).TDAH_cap14_img02Si una persona permanece demasiado tiempo en uno de los dos sistemas el desequilibrio aparece como consecuencia de la destrucción del equilibrio dinámico. Permanecer en el sistema simpático nos lleva a una fase llamada de “secuestro amigdalino” o estado de alerta continuado. Permanecer en el sistema parasimpático lleva a un estado de desconexión con el mundo exterior “abandono amigdalino”.

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