Recientemente se ha comprobado que existe una población de neuronas cerebrales sensibles al fenómeno de rotación cerebral, es decir, a la organización de una trayectoria en una dirección distinta de la indicada por un blanco visual. En ese caso, se observa que el vector de población neuronal se dirige inicialmente hacia un blanco visual, y luego se orienta progresivamente hacia la dirección prescrita para la trayectoria. Esta rotación del vector de la población de neuronas se realiza antes del inicio del movimiento y manifiesta por lo tanto la existencia de un proceso intracerebral que no genera directamente salida motriz. Los trabajos del doctor Gibson (1954) ya se plantea esta posibilidad. Se sabe que el desplazamiento de un objeto en movimiento comporta cambios en la estructura de la luz ambiente, implicando al flujo visual. Este flujo se modifica cuando el objeto se acerca a la retina. Esta imagen se utiliza para calcular la velocidad del objeto y para controlar la trayectoria de la mano que va a cogerlo. Es decir, para coger el objeto en el aire se debe localizar el objeto en el espacio, calcular por comparaciones su tamaño y forma, y a continuación calcular la posición de la mano para acceder al agarre de dicho objeto. En el inicio del desplazamiento y la mano hacia el objeto, el análisis permite de modo inconsciente y automático, colocar los dedos en función del tamaño y forma del objeto, automatizando de este modo el gesto inconsciente, Rizzolatti y Sinigaglia (2008).
La fuerza ejercida para coger el objeto requiere de un cálculo dinámico dependiente de los datos recibidos de la textura percibida por los receptores cutáneos de Meissner y los receptores de Merkel de adaptación lenta. Los mismos receptores pueden calcular el grado de deslizamiento que exista.
De todo ello se deduce que la elegancia en el movimiento de ejecución de la acción escritural es el resultado de un reentrenamiento en la ventaja mecánica en orden a conseguir un movimiento eficaz y menos costoso.